El que no quiere ver
No hay peor ciego que el que no quiere ver”, reza el popular refrán. Según el Instituto Cervantes, esto significa que “resulta inútil convencer a alguien de que vea lo que no quiere ver
“No hay peor ciego que el que no quiere ver”, reza el popular refrán. Según el Instituto Cervantes, esto significa que “resulta inútil convencer a alguien de que vea lo que no quiere ver”. Y esto es precisamente lo que está sucediendo con el gobierno del presidente Gustavo Petro. Ni el, ni sus dogmáticas e ideologizadas ministras de Minas y Salud -por mencionar las de los mas recientes debates- están interesados en entender las importantes consecuencias de lo que están promoviendo en relación con la intervención del mercado eléctrico y la suspensión de la exploración de petróleo, por un lado, y la horrorosa reforma a la salud, por el otro.
Como es inútil tratar de convencer a estas funcionarias y a quienes piensan como ellas -incluido, por supuesto, el presidente Petro-, hay que tratar de argumentar por otras vías. Y son las instituciones las llamadas a impedir que este gobierno ciego pueda hacer lo que se le venga en gana, en detrimento de la totalidad de la sociedad colombiana.
Parece ser que al presidente y a sus ministras se les olvida que hubo casi un 50% de colombianos -que son parte, quiéranlo o no, de las personas por cuyos intereses y bienestar también tienen que velar- que votaron en contra de sus propuestas. Parece ser que al presidente y a sus ministras se les olvida que el debate público tiene cosas que decir, y que ellos, ellas y elles no tienen la verdad revelada. Parece ser que al presidente y a sus ministras se les olvida que Colombia es un estado de derecho, con instituciones, con procesos y procedimientos que hay que cumplir.
La falta de argumentos y la ceguera ideológica hay que debatirlas dentro del marco institucional. La labor del Congreso de la República, de las cortes, la Procuraduría, la Contraloria, la Fiscalía y de la sociedad en general -la institucionalidad, que llaman- es hoy mas importante que nunca. Por eso es tan peligroso el llamado del presidente a sacar gente a las calles para discutir reformas técnicas y complejas en la plaza pública. Hay que hacer un llamado a toda la institucionalidad para que no se deje presionar y amedrentar. Esto, en un año electoral, es particularmente relevante y necesario.
Nadie discute que hay que promover cada vez mas el mejor funcionamiento de sistemas como el de la salud. Hay que mejorar la suficiencia financiera del sistema, mejorar los accesos a servicios y procedimientos, mejorar los tiempos de espera. Esperemos que en el caso de la salud -y en el de las pensiones, la reforma laboral, etc- el debate político, argumentado, sensato, sea el que prime. Para esto, nuevamente, hay que darlo dentro del marco de las instituciones.
Desafortunadamente la desinstuticonalización de esta frágil democracia ha venido creciendo durante las últimas dos o tres décadas. El avance de las redes sociales, del caudillismo, el fraccionamiento de los partidos políticos, la falta de entendimiento y respeto por la historia y las lecciones que deja -nos acordamos del apagón? Del Seguro Social? De Ecopetrol como administrador de contratos?-. Todo ha contribuido a que cada vez mas se debiliten los pilares institucionales de esta sociedad. Esperemos que el socavamiento de las instituciones no haya sido tan profundo como para no aguantar embates de un gobierno que cada vez toma por caminos mas autocráticos.
Colombia se ha preciado siempre de ser un “país con instituciones”. Ahora, mas que nunca, es el momento de probarlo.
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